jueves, 8 de diciembre de 2011

'Mientras corría, las balas me zumbaban': Luis Alberto Erazo



VEA AQUI EL VIDEO CON EL RELATO DEL SARGENTO ERAZO:
http://www.eltiempo.com/justicia/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-10843352.html

Luego de ser sometido a una valoración médica, que arrojó que su estado de salud es satisfactorio y sin patología sicótica, el sargento Luis Alberto Erazo narró el lunes cómo logró salvarse de la masacre cometida por las Farc. Contó que pensó que sus cuatro compañeros de cautiverio -el coronel Édgar Duarte, el mayor Elkin Hernández, el sargento José Libio Martínez y el intendente Álvaro Moreno- habían corrido al igual que él. No lo hicieron. Fueron asesinados a "mansalva". Este es su relato:
Doy gracias a Dios y a la Virgen de Las Lajas. Ella tuvo su bendición para mí, para llevarme de la mano y sacarme de ese momento de angustia y desesperación, cuando las balas me zumbaban y me herían el cuerpo. Saqué las fuerzas que necesité y pude correr por la selva y salvar mi vida.
Ese sábado (26 de noviembre), a las 6 de la mañana, nos dijeron que no debíamos levantarnos temprano porque no había marcha. Que íbamos a permanecer ahí, en el campamento al que habíamos llegado el día anterior.
Yo me dediqué a hacer otras labores en la caleta (cama), cuando viene mi teniente (Elkin) Hernández y me dice que nos dijeron que estuviéramos en alistamiento de primer grado, porque una escuadra ya se había ido con unos equipos para el oriente.
Entonces yo le dije: ¿o sea que yo perdí todo el trabajo que hice? Y empecé nuevamente a bajar la carpa, a doblarla y a empacar mis cosas en el equipo. Agarré una toalla y la empiezo a meter en el equipo, cuando empiezan los disparos como a unos 10 metros de donde yo estaba.

Pensé: bueno, eso lo tienen de costumbre por aquí. Pero sucede que sentí el totazo que me da en la cara y otro en el cuello y digo: 'no, la cosa ya es conmigo'. Veo que alguien está disparándome detrás de una palma y arranco a correr, me caigo, me levanto y sigo corriendo. Empiezo por una loma y él (guerrillero) detrás, queme, queme y queme disparos. Logré sacarle una distancia, pero él me alcanza y de nuevo me empieza a quemar (disparar).
Vuelvo y le saco distancia y lo pude evitar, me le camuflé por ahí (en un árbol) y esperé hasta las 5 de la tarde. Cuando ya no se escuchaba nada me puse a caminar y encontré el 'talado' que estaban haciendo los militares para el helipuerto y hasta ahí llegué.
Primero pensé que eran guerrilleros porque estaban usando machetes, pero luego vi a uno con uniforme, casco y visores nocturnos. La guerrilla no tiene de eso.

Voy para allá. Ellos me miran y cogen sus armas. 'Policía, policía', grité. 'Ejército', me respondió el soldado. No lo podía creer. Les pregunté a los soldados qué había pasado con mis compañeros, pero me dijeron que no habían encontrado nada. Yo pensé que ellos también habían corrido hacia el monte.
Creo que como estos sinvergüenzas nos tenían engañados de que cuando escucháramos disparos no corriéramos hacia el monte, sino que corriéramos hacia el lado donde estaban ellos, mis compañeros quizás corrieron hacia el lado donde estaban y allí los mataron a mansalva y sobreseguro. A mí se me olvidó la consigna que me habían dado y corrí hacia el otro extremo. Yo no los vi, vine a enterarme aquí (de sus muertes), cuando la trabajadora social me contó en el hospital.
Ahora, en libertad, les digo a mis compañeros que siguen en cautiverio que tengan valor, que tengan fe en Dios, que así como yo salí ellos van a salir. Les digo que lo que nos pasó a nosotros no les va a pasar a ellos, que confíen en eso y que muy pronto los vamos a tener de regreso.
Así fue el reencuentro con su familia
Once años, once meses y 17 días después, el sargento de la Policía Luis Alberto Erazo Maya volvió a hablar con Liliana y Lizeth, sus dos hijas. Ese fue el tiempo que duró secuestrado el único sobreviviente del asesinato de rehenes cometido por el frente 63 de las Farc en el sur del Caquetá.
El reencuentro se produjo el domingo, sobre las 4 de la tarde, en la Clínica de la Policía en Bogotá y Erazo, que dejó en su natal Nariño a dos niñas, se encontró con un par de jóvenes que lo pusieron al tanto de cómo cambió la familia tras más de una década de ausencia.
Se enteró, por ejemplo, de que ya es abuelo -su nieto se llama Jefferson-, y su mamá, doña Blanca Maya, le contó que el loro y los gansos que dejó en la casa todavía están vivos y esperándolo.
"Dios existe", repitió Erazo una y otra vez. Rezar, contó, fue su única esperanza. De hecho, entre los objetos que trajo de la selva en una mochila que él mismo tejió había un misal.
"Oraba hasta por los guerrilleros", les dijo ayer a quienes lo visitaron en el hospital. Entre ellos estuvieron el presidente Juan Manuel Santos y varios generales.
En la cara y en el cuello el sargento tiene rastros de las esquirlas de las granadas que le lanzaron los guerrilleros. Trae en su frente las picadas de los insectos de la selva. En cautiverio, además, perdió varias piezas dentales.

Lo que más impresionó a los que lo vieron fue la tristeza de su mirada y su delgadez. Y su desolación fue aún mayor cuando le informaron, en el hospital, que sus compañeros de cautiverio estaban muertos.


Del cautiverio, Erazo trajo una tabla de 30 por 20 centímetros que por un lado tenía pintado un escudo de la Policía y por el otro un tablero de ajedrez. Empacó parte de la ropa que usó durante el secuestro y su diario, además de una brújula artesanal.

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