martes, 20 de septiembre de 2011

Combates dejaron una niña muerta y 9 heridos

Ejército y las Farc se enfrentaron junto a escuela en Caloto (Cauca). Menor de 7 años falleció por las graves heridas. Anoche se verificaba una segunda muerte.
En medio de combates del Ejército y las Farc, una explosión junto a una escuela en Caloto, norte del Cauca, dejó una niña muerta y nueve personas heridas.

Anoche (viernes 16 de septiembre de 2011) se estaba verificando una segunda muerte. Los hechos ocurrieron en la vereda El Credo, hacia las 3:00 de la tarde del viernes.

Un explosivo habría caído al lado de un centro educativo en ese poblado rural, donde estaban resguardados escolares y docentes.

Según informó el Centro Regulador de Urgencias, Emergencias y Desastres (Crue) del Cauca, los heridos fueron trasladados a centros asistenciales de Caloto, Villarrica y Cali.

Una menor de siete años de edad, que sufrió graves heridas en su cráneo por la esquirlas que dejó la explosión, falleció cuando era trasladada a un centro médico.

Entre los heridos hay otros seis menores y tres adultos, que se encuentran en regulares condiciones.

Anoche, voceros comunitarios reportaban la muerte de otra menor de edad, pero la información, al cierre de esta edición, no tuvo confirmación oficial.

El coronel Jhon Meza, comandante del Brigada Móvil Número 14, informó que los enfrentamientos se libran con facciones del sexto Frente de las Farc, cuyo cabecilla es alias 'Sargento Pascuas'.

"Los subversivos lanzaron varios artefactos explosivos hechizos conocidos como 'tatucos', que van sin dirección, desde la vereda Venadillo y uno cayó en el caserío de la vereda El Credo, cobrando la vida de una niña", indicó Meza, quien, al cierre de esta edición, confirmó que se tenía control sobre la zona.

Con este, ya son 28 los ataques que han perpetrado las Farc en el departamento del Cauca en lo que va corrido de este año. El lunes, en enfrentamientos de este grupo subversivo con el Ejército en el corregimiento El Mango, en Argelia (sur del Cauca), fallecieron cuatro policías y otros 14 resultaron heridos.

El pasado 5 de septiembre, durante la primera visita oficial que realizó Juan Carlos Pinzón luego de posesionarse como ministro de Defensa, les advirtió a los grupos al margen de la ley que "no hay forma que el Cauca le vaya a quedar grande al Estado colombiano".

DE LAS BACRIM Y OTRAS YERBAS



Le va tan mal al presidente Santos con la asignatura que más comprometido lo tiene, la de la Seguridad, que ya no la aprueba ni con el coro ayer unánime de sus conversos favoritos.
    Quien haya leído la columna dominical de María Isabel Rueda lo tendrá bien entendido. Después de las zalemas de rigor, vienen los fuetazos. Que se limitan a decir lo que todo el mundo sabe desde hace rato, y es que estamos de vuelta a los peores días. Tal vez difiera en el diagnóstico del mal, pues que no habla de la pobre conducción de la guerra, ni de la que se libra, brutal y sin piedad, contra los soldados que ayer nos defendían afrontando todos los riesgos. Esa guerra jurídica, que ya tocó la Fuerza Aérea, les ha quitado a las tropas lo único que no puede perder un Ejército que combate, que es el corazón. Pues la señora Rueda, que no se distancia en sus amargas críticas de las que hace su vecina de columna, Salud Hernández-Mora, revela lo que muchos sabían sin decirlo: volvió la vacuna.
    La vacuna es el síntoma terrible de la desesperanza. El que paga sabe que no tiene autoridad que lo defienda, bien porque no existe o porque no lo quiere defender, o porque no se atreve a intentarlo. Desde luego que lloverán las declamaciones sobre la confianza que a cada ciudadano le merecen las Fuerzas Militares, y las condenas a quienes se atreven a insinuar lo contrario. Pero si las guerras se ganaran con discursos y propaganda, Goebbels no se habría suicidado.
    Se han reducido dramáticamente las deserciones de los guerrilleros. Pero eso también tiene una explicación. Y es que los hay muy pocos y esos pocos andan tan hundidos en la selva, que no oyen las voces que quieren rescatarlos. Seguro. Por eso, los que andan en las ciudades dando golpes y preparando otros. Los que vuelan carros de la Policía con nuestros muchachos adentro. Los que atacan los pueblos. Los que cometen masacres espantables. Los que acosan los campamentos petroleros, son descarriados, que se salieron de la selva por error y no saben cómo volver a ella. Los que están volviendo a reclutar niños y siembran cada día más minas y lanzan cilindros y asesinan candidatos, y amenazan alcaldes, esos no existen. Son impresiones. Exageraciones de la extrema derecha.
    Pero lo que más nos ha impresionado de la incompetencia con que se está manejando la materia es la actitud de los ministros del Interior y de Defensa sobre la propuesta de las bacrim. Aceptemos que puede ser un bluf. Los ha habido tantos. Aceptemos que con ellas no hay negociación política posible, que de otra parte no están pidiendo. Aceptemos que el señor obispo de Montería haya sido engañado. Aceptemos todo eso. Pero mandar al diablo esa posibilidad, sin examinarla, es una insensatez sin atenuantes.
    Dice monseñor que quieren entregarse cinco mil. Y que llegarían con sus fusiles y con noticia precisa sobre los cultivos que protegen, los laboratorios donde producen la cocaína, las rutas y los cómplices para sacarla de Colombia. Como quien dice, traen la paz entera del país. Y no les hablamos.
    Dicen los ministros que las bacrim son organizaciones criminales que no merecen la atención del Gobierno. Las Farc y el Eln, en cambio, son grupos políticos con los que se habla de política. Es un mal chiste. Entre los unos y los otros no hay diferencia alguna. Son igualmente perversos, igualmente caóticos en su estructura y malvados en sus fines y sus medios. Y, de paso, viven de lo mismo. De la cocaína y de tal cual secuestro. Y de tal cual extorsión. Y de tal cual asalto.
    El presidente Santos no se ha lucido con el huevito de la seguridad. Y lo quieren llevar a cometer, con las bacrim, el peor de los errores.

sábado, 17 de septiembre de 2011

LA TRAGEDIA DE LOS QUE RESCATARON LOS CUERPOS DE LOS 11 DIPUTADOS

Rescate cuerpos

En el sitio de donde fueron rescatados los cadáveres aparecen Álvaro Leyva y, al fondo, los campesinos.

A campesinos que rescataron los cuerpos de los 11 diputados del Valle los persigue la violencia.

A los 18 campesinos de Nariño que rescataron de la selva los cuerpos de los 11 diputados del Valle asesinados por las Farc los persigue la violencia.

A dos de ellos los mataron y los otros huyeron de su pueblo por las amenazas. Tuvieron que abandonarlo todo, hasta a sus familias, y dicen que no entienden por qué los atacan, si lo único que hicieron fue ayudar al ex ministro Álvaro Leyva y al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) a traer de regreso los cuerpos de los políticos.
Tres de ellos viven ocultos en Cali. Poco salen de sus cuartos, por temor a que la guerrilla también allí los haya ubicado.
Todo empezó el 7 de septiembre del 2007. Ese viernes estaban jugando fútbol. "Llegaron a pedir que les ayudáramos. Les dijimos que si eso no iba a traer problemas y nos respondieron que no, que ya tenían todo hablado (...). Y mire", dice uno de ellos.
El domingo 9 terminaron de recuperar los cuerpos y se devolvieron a su vereda de Barbacoas (Nariño). No bien habían llegado cuando les mandaron a decir que eran "unos sapos".
A varios los llevaron a hablar con 'J.J.', jefe del frente 30 de las Farc. Y el acoso fue tanto, dicen, que uno a uno fueron cogiendo sus pocas cosas y salieron del pueblo.
Los que se quedaron, Wilson y Pacheco, fueron asesinados. Guylhem Labier, vocero del CICR, dice que esa institución los ha ayudado en la medida de sus posibilidades, pero que los campesinos viven "una situación dramática".

viernes, 16 de septiembre de 2011


Las Farc y el Eln contemplan la llegada al poder de un movimiento similar al de Chávez en Venezuela, cuyo objetivo sería acceder al llamado Socialismo del siglo XXI.

 Cierta izquierda que tenemos en casa es amiga de las propuestas seductoras y de feroces descalificaciones, unas y otras divorciadas de la realidad.
    Nada más seductor, por ejemplo, que manifestarse partidario del diálogo para poner fin al conflicto armado y exigir -como lo hace un Iván Cepeda- el desmonte de las estructuras de guerra.
    Muy bonito también es decir que la población civil debe ser puesta al margen del conflicto armado y que para ello se han creado las llamadas Comunidades de Paz, como la de San José de Apartadó.
    Quienes no comparten estas propuestas son vistos por los más connotados voceros de la izquierda colombiana como enemigos de la paz, miembros de la extrema derecha o de la tan de moda mano negra.
    ¿Cuál es la realidad? La conocemos todos. No es que seamos las víctimas de un conflicto cuya responsabilidad corre por partes iguales entre guerrilleros, paramilitares y militares y con el cual muy poco tenemos que ver, salvo como víctimas y espectadores ajenos a semejante lucha. Esta es una manera piadosa de cierta izquierda para disfrazar lo que desde hace más de 45 años padecemos: una guerrilla, sustentada por el narcotráfico, que se vale de métodos típicamente terroristas, como asaltos, atentados, asesinatos, secuestros, minas antipersona, y cuya principal víctima es la población civil.
    Las Fuerzas Armadas cumplen la función de protegernos con un alto costo en vidas y en lisiados. ¿Quién que conozca la situación colombiana puede dudarlo? ¿Será una posición de extrema derecha reconocerlo así?
    La población civil, víctima de las acciones terroristas de los grupos en armas, incluyendo desde luego a los paramilitares y ahora las 'bacrim', en vez de marginarse debe prestar su colaboración en esta lucha a través de redes de cooperantes. Como es universalmente sabido, la unión de la Fuerzas Pública y la población civil es esencial en los países amenazados por el terrorismo. Por otra parte, las llamadas Comunidades de Paz, creadas por voceros de la izquierda, no tienen los fines apostólicos que estos les asignan. Jamás he olvidado lo que 'Samir', el segundo comandante del frente V de las Farc, hoy reinsertado, me contaba en Carepa hace un año: "La Comunidad de Paz de Apartadó nos servía de refugio cuando había incursiones militares en la zona".
    La paz, desde luego, es un anhelo nacional. Así lo percibieron mandatarios como Belisario Betancur o Andrés Pastrana cuando intentaron el diálogo. Pero luego del colosal engaño del Caguán, todos sabemos que la guerrilla se sirve de estos anhelos solo para reforzar o proteger su aparato de guerra. La triste verdad es que, pese a los golpes sufridos bajo el gobierno de Uribe, no se siente derrotada ni dispuesta a desmovilizarse. Cuenta con el millonario sustento de la droga, una nueva estrategia de lucha y una efectiva infiltración en el aparato judicial del país, en universidades y medios de comunicación.

    Muchos colombianos, de izquierda o no, piensan hoy de buena fe que la guerrilla, incapaz de acceder al poder por las armas, tendrá tarde o temprano que negociar ventajosamente su desmovilización con el actual gobierno. Pues bien, esa opción tiene mucho de cuento de hadas. Las Farc y el Eln, atentos a lo que hoy ocurre en el continente, contemplan otra alternativa: la llegada al poder entre nosotros, tarde o temprano, de un movimiento similar al de Chávez en Venezuela o el de Correa, Evo Morales o Daniel Ortega, cuyo objetivo sería el mismo de la lucha armada: acceder al llamado Socialismo del siglo XXI. Como sea, es mejor examinar estas peligrosas opciones en vez de comer cuentos. Aunque por culpa de ello se nos siga ubicando en los malignos parajes de la extrema derecha.
    La paz, desde luego, es un anhelo nacional. Pero todos sabemos que la guerrilla se sirve de estos anhelos solo para reforzar o proteger su aparato de guerra.