miércoles, 26 de enero de 2011

¿PAIS DE M...?

No lo digo. Simplemente me lo pregunto. La célebre exclamación le pertenece a Jaime Garzón y la soltaba cada vez que los Colombianos creíamos haber visto lo peor. Si usted es de los lectores que se escandalizan por que EL TIEMPO publica una columna con este título, a lo mejor pertenece al mismo grupo de quienes se rasgan las vestiduras por una portada de Donjuan o por el "toque vallenato" de Silvestre Dangond y van teniendo, en cambio, como una fria estadística más el reciente asesinato de los dos jóvenes biologos en San Bernardo del Viento o la muerte a cuchilladas de un hombre que orino cerca de la casa de otro, quien solo por eso lo mató. Hace rato perdimos la noción de lo que de verdad importa, sacrificando el sagrado valor de la vida por una mal entendida e hipócrita moral. Los jóvenes citadinos de ahora crecimos entre frivolidades, es lo cierto, y por andar creyendoles a nuestros padres que la guerra solo estaba en los montes, juramos que "eso de la violencia" definitivamente no era con nosotros. Más rápido que tarde nos está tocando el turno de ver morir a los nuestros como consecuencia de balas que todavía algunos insisten en llamar perdidas o por que simplemente se nos volvió hábito matar para solucionar cualquier cosa: un problema de celos, una fea mirada, o un ruido estridente más allá de las 12. Hay otros que dicen que lo hacen "por error". Creemos que todo acto de violencia hay que achacárselo al terrorismo. La verdad es que si bien hoy existen estúpidos que se niegan a llamar terroristas a las FARC, también hay quienes estúpidamente pretenden denominar terrorismo a todo crimen que tiene lugar en nuestra compleja sociedad. Tal vez llegó la hora de reconocer que en el mundo no todos los criminales son terroristas. Los hay también locos o agresores, que son resultado de una sociedad que le apostó a la crispación hasta por las cosas más tontas de la vida. Lo de Tucson en Arizona. Lo del menor que murió a comienzos de enero en Cartagena victima de un tiro que dizque no era para él. La seguridad es un valor soberano. Nadie lo niega. Pero la forma de conquistarla en Colombia no podrá estar asociada únicamente al control del fenómeno paramilitar o guerrillero. Uribe nos hizo creer que la tranquilidad en el campo era posible y que en Colombia si se podía derrotar militarmente a la guerrilla o someter a los capos paramilitares a su peor castigo, que vino con su extradición. Ahora le toca a Juan Manuel Santos devolvernos la fe en la seguridad urbana y, todavía más alentar con el ejemplo nacional a las próximas autoridades locales para que luchen contra la criminalidad. Pero, sobre todo , nos corresponde a nosotros como sociedad entender que si no nos desarmamos a la hora de tramitar los temas más simples y cotidianos podemos terminar matándonmos. El "¡pais de m...!" de Jaime Garzón-siempre entre signos de exclamación- no era otra cosa que un grito enérgico para llamar nuestra atención y se convierte en una necesaria alerta cada vez que nos extraviamos en las vanalidades del día a día y dejamos de sorprendernos con la muerte violenta de alguien. Ahora lloramos la de Mateo Matamala y Margarita Gómez, los dos jóvenes que inspiran estas líneas y cuyo extraño crímen se convierte en patética confirmación de esta violencia sin razón. ¡ya basta de escandalizarnos por lo que no toca! Es hora de devolver las prioridades a los asuntos que de verdad lo merecen. Este definitivamente no es un país de m..., pero si la frase llama la atención, y nos invita a la reflexión, ¡que venga siempre que necesitemos un remezón! Hace 12 años, su autor murió con esas palabras en la boca. ¿Cuantos más tendrán que caer para que reaccionemos?

Jose Manuel Acevedo
EL TIEMPO
14 de enero de 2011

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